lunes, 27 de junio de 2011

Otro de Benedetti...


Compañera
usted sabe
que puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo.
Si alguna vez
advierte
que a los ojos la miro
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense que deliro
a pesar de esa veta
de amor desconocido
usted puede contar
conmigo.
Si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense que es flojera
igual puede contar
conmigo.
Pero hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted
es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.

domingo, 26 de junio de 2011

Uno de Benedetti....





Tengo miedo de verte necesidad de verte
esperanza de verte desazones de verte

tengo ganas de hallarte preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte pobres dudas de hallarte

tengo urgencia de oírte alegría de oírte
 buena suerte de oírte y temores de oírte

o sea resumiendo estoy jodido y radiante
 quizá más lo primero que lo segundo y también viceversa.
 
 

jueves, 16 de junio de 2011

con llanto prohibido...




Aquellos eran tiempos de conquista, de lucha, de verte ir,  sin saber si te vería volver.
El ritual que se repetía una y otra vez, siempre previo a tu ida, el temor que invadía mi corazón y la esperanza que lo calmaba.
Como siempre, te ayudé a pintar tu cara,  después,  realizaste tus ritos mágicos y tomaste las medicinas especiales… junto al resto de los hombres de la tribu cantaste  dirigiéndote a los dioses, pidiéndoles su protección y ayuda.
Yo de lejos te miraba y te admiraba…  a la distancia y en silencio lloraba, rogando que no te fueras.
Luego del ritual, te acercaste a mí, me tomaste de la mano y fuimos por nuestra habitual despedida, me llevaste  hasta aquel árbol, testigo de nuestros decentes besos y adecuadas caricias.
La luna se presentaba iluminando las pocas horas que restaban para tu partida… con tus manos, fuiste lentamente desarmando mis largas trenzas y acariciando mi pelo con dulzura extrema…me besaste de otra forma, de forma intensa, sin poder contenerte seguiste besando cada rincón de mi cuerpo y con cada beso lo fuiste despojando de las pieles que lo abrigaban… tu calor me abrigó y las pieles que nos vestían fueron el manto donde levemente me apoyaste.
Suave, duro, doloroso y placentero, penetraste hasta mi vientre y el hamacar de tus piernas hizo erupcionar  el color blanco de tu abstinencia que se mezcló con el rojo de mi virginidad perdida… mientras un alma rosada nos elegía, para no quedarse.
Esa noche no dormimos…
Salió el sol y con él emprendieron la marcha los guerreros de la tribu, te seguí hasta donde mi vista pudo seguirte  y te perdí en el horizonte.
Iriana, la  abuela Chamana pudo ver en mis ojos la película que filmamos esa noche, el olor a cielo, el amor a la luz de la luna…
Fuiste el único que no volvió… la tribu hizo el duelo de tu muerte por cinco días con cánticos permitidos y  llanto prohibido… pero mi corazón lloraba ya casi sin tiempo…
A los pocos días, me enfermé de tristeza, una enfermedad que se curaba soñando tu recuerdo, pero no fueron suficientes las horas de sueño para curarme… y una tarde de verano me fui a buscarte  a otra vida… donde mi alma reconocería tu risa y tu alma la mía.
Y la tribu hizo el duelo de mi muerte  por cinco días, con cánticos permitidos y llanto prohibido…

jueves, 2 de junio de 2011

Tiempo de armarse...




Cuenta un cuento que hubo un caballero, que de tanto usar su armadura, llegó a oxidarla…. cuenta ese  cuento que cuando quiso, ya no pudo sacársela… y cuenta el mismo cuento que un buen día aprendió a usarla solo cuando la necesitaba…
Cuenta otro cuento  que hubo una niña, que diseñó una armadura tan perfecta, que resultaba invisible a los ojos humanos y que vestida con ella fue creciendo, sin que nadie lo notara… cuenta ese cuento que  siendo ya mujer, la niña se vio en su espejo interior y la armadura fue desquebrajándose lentamente ante sus ojos,  dejándola desnuda de defensas urbanas.
Y los ojos humanos, notaron la diferencia,  porque con la armadura se fue la luz artificial sin dejar luz natural, se fue la fuerza exterior sin dejar fuerza interior…  pero nadie entendía que había sucedido y muchos  la extrañaban y lloraban su ausencia… 
Mientras la armadura ya recuperada la seguía a cada instante,  a cada momento, tratando de volver a vestirla, ella corría desesperada, buscando llegar al centro del laberinto de la vida, sin ese disfraz, siendo auténtica… pero, cuanto más intentaba huir, mas se cansaba y la armadura cada día estaba más de cerca de alcanzarla…
Cuenta el cuento que una noche, ya rendida y agotada, casi sin quererlo y como guiada, dejó de correr....  se detuvo, miró dulce pero firme a la armadura y en  solemne silencio, llegaron a un acuerdo íntimo y secreto, poniendo reglas para aquello que entendieron, sería una eterna convivencia.