viernes, 14 de enero de 2011

LUNA INDIA...




Tan frágil resultó el intento urbano de no dejarse llevar,  tan débil la propuesta de no caer en la humana debilidad…
Ambos sabían que tarde temprano aquello iba a suceder… ni cuando, ni donde, pero vendría.
El momento llegó tan buscado como inesperado y entonces, creyendo que nadie reparaba en ellos, se alejaron de todos,  lo más cerca que pudieron,  como si en realidad, lejos de querer ocultarlo hubiesen querido gritarlo…
La luna cómplice se dejaba caer por la inusual ventana  y los iluminaba apenas pero suficiente para que se vieran los cuerpos por primera vez, sin perjuicio de los sueños  y los pensamientos que antes se habían regalado el uno al otro.
Alejados del mundo con el mundo a pocos metros de distancia, se olvidaron de oírlo y solo escucharon el latir de sus propias almas, descubriendo incrédulos que compartían el mismo ritmo.
Y así,  a ritmo, la noche fue quedando del color de la magia y fue mágico el encuentro en medio de un paisaje indígena y con la tribu dormida.
Los besos, las palabras, las confesiones osadas, las caricias, el calor de las manos sobre los cuerpos, el movimiento acompasado en un lugar reducido, el respiro final, el grito ahogado, el placer  derramado… alejaron el  nocturno frío de octubre,  que se instaló en los cristales y al empañarse, éstos, se hicieron cómplices del secreto.
No pudieron ellos elegir cuando y donde… tampoco previeron aquella explosión, no imaginaron que no habría lugar para la razón, se dio así y así se instaló.
Tan fuerte resultó el instinto indígena de dejarse llevar, tan hábil el poder que destruye el  nómade pensar…