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De mi pasaje por Facultad, puedo contar anécdotas de todo tipo… seguro esto no es nada original, a todos les debe pasar lo mismo. Particularmente a mí, me quedaron secuelas o más bien aprendizajes, de aquellas vivencias...
Me faltaban solo unas pocas las materias para recibirme, ese era el último de seis intensos años, el año en el que la teórica carrera de Abogacía, le dejaba un pequeño lugar a la práctica, lo cual resultó por demás interesante.
Se trabajaba con pocos recursos, sin embargo esto no resultó un inconveniente porque se veía permanentemente compensado por el entusiasmo que se ponía en cada caso que llegaba al Consultorio Jurídico.
Ese mismo entusiasmo que me llevó a estar donde hoy estoy, me movía cada mañana muy temprano hasta la Facultad.
Aquel martes, Beatrice Nedel aguardaba a su practicante asignada (o sea yo), en una especie de sala de espera del Consultorio. Era una calidad mañana de principios de abril y ella estaba muy abrigada, incluso lucia un viejo gorro de lana que alguna vez debió ser blanco, se podía adivinar con solo mirarla que sentía frío de la vida misma.
Entre todos los asientos desocupados, eligió para sentarse el único que estaba en un rincón.
Nunca antes la sala me había parecido tan gris, fue ese día que descubrí en la pared los rastros dejados por la humedad y lo fría que resultaba a esa hora de la mañana, a pesar del buen tiempo. Definitivamente poco alentadora. Entonces me pareció que nadie que tuviera que esperar en ese lugar, podría esperar pensando en algo bueno.
En una hora, en la que me sentí más una estudiante de Psicología que de Abogacía, me contó de su infortunado matrimonio celebrado hacía ya más de trece años pero que había durado unos escasos siete meses; de un marido que empezó alternando entre la casa y el bar, luego entre el bar y la casa hasta que un día, luego de proporcionarle a Beatrice la última de las ya frecuentes golpizas, decidió alternar entre el bar y algún otro lugar que ella decía desconocer.
A pesar de la relación tan peculiar, solo por el hecho de comprar al fin su propia casa, se decidió a traicionar la voluntad de sus padres, e iniciar por fin el proceso de divorcio.
Se trataba de un proceso fácil, separación de hecho por más de tres años, causal de trámite rápido …y así hubiese sido de no ser porque la decisión de Beatrice de iniciar los trámites coincidió con la decisión de los empleados judiciales de iniciar una huelga, entonces todo se vio bastante demorado.
Cuando por fin fijaron día para la audiencia, con cierta complacencia la llamé para avisarle, me atendió una voz que se sentía tan lejana como se puede sentir la muerte a los quince años, para mi desilusión, no recibí ninguna manifestación de alegría, solo me pidió que repitiera los datos relevantes para anotarlos y cortó después de preguntarme si yo iba a estar allí.
El día de la Audiencia por la mañana un familiar de Beatrice me esperaba en la sala del Consultorio, la hermana me avisaba que Beatrice estaba internada, que se estaba recuperando pero que definitivamente no iba a poder concurrir a la Audiencia. Insólitamente las cosas se volvían a demorar.
Ya estábamos en Octubre y la nueva audiencia, se había fijado para fines de diciembre.
Entre tanto yo, me casé y por mi luna de miel, me ausenté un tiempo del Consultorio... cuando por fin regresé y miré los recados, me llamó la atención uno escrito en color rojo y que decía "comunicarse urgente a la casa de Beatrice Nedel, familiar llamó reiteradamente".
No sé la razón por la cual no devolví esos llamados enseguida, si sé que cuando por fin lo hice, la que respondió fue Berta, la hermana... Beatrice había fallecido.
Aquel día, no pude dejar de pensar en ella y de alguna manera me hizo saber que estaba tranquila, porque al fin y al cabo se fue sin traicionar la voluntad de sus padres... y conservó su matrimonio hasta el último día de su vida…
"MUESTRAME UN HEROE Y TE ESCRIBIRE UNA TRAGEDIA" (F. Scott Fizgerald)
* este relato tiene muchos años, es uno de los primeros que escribí y lo quería compartir.